Cuando
eras agua, corrías calle abajo y bebían de ti los gorriones,
agua limpia que bailaba en las fuentes llenas de espejos y narcisos
y pájaros y más pájaros,
agua bendita que salvaba las almas de sus pecados,
y te hacías manantial para que el mundo sanara su hipocresía.
La semilla te esperaba ansiosa para fecundar los vientos,
y las montañas reían con tus cosquillas y travesuras.
Agua que se fundía en el amanecer con la brisa fresca
y te lavaba la cara para un nuevo día hermoso.
Y
otras veces,
otras veces eras lluvia que rodaba hasta mis párpados y horadabas mi corazón,
eras agua negra llena de desdichas.
Solo entonces podías enfurecer los mares con tus tormentas
y agitar las conciencias dormidas,
y golpear y golpear y golpear...