Cuando llegó a la ciudad,
Robinson se sintió más solo aún.
Babel no le recibió con los brazos abiertos.
Sólo había escarcha y miedo.
Ni siquiera era viernes.
Era un día extraño sin calendario
cuando el mar lo lanzara
a la aventura del vivir.
Entre luces de neón,
la ciudad le miró indiferente,
que era mejor que mirarle con recelo.
¡Extraños transeúntes!
No era su Arcadia,
la que soñaba de lejos.
Hoy su cara de náufrago
dibuja el mapa de su vida.
Solo las arrugas marcan el camino
hacia un futuro incierto.
Cada día que pasa me siento más Robinson.
ResponderEliminarBesos.
La verdad que un poco sí...
EliminarBesitos.
Formamos parte de esos extraños transeuntes ¡buenos versos!
ResponderEliminarMuchos besos, Merche.
Me veo en la dualidad Robinson/transeúnte.
ResponderEliminarGracias, amiga!
Besitos.
Quería decir: Robinson/extraño transeúnte.
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