Que
qué pasará cuando se acabe la vela,
me pregunto, perdida,
cuando
el pabilo se consuma en un fuego,
que pudiera ser fatuo en un futuro,
pero eterno para mis entrañas,
qué
pasará cuando tu cuerpo descanse
para siempre y tus cenizas...
qué
pasará mañana cuando no estés,
que ya no estás, que ya te fuiste,
pero
me cuesta tanto creer, aceptar.
Aquella
noche viniste a verme en sueños,
me
hablabas un idioma extraño,
quizás
era la distancia, que no entendía tu jerga,
era
un idioma de ángeles que hablabas con palabras de luz
y
me sonreías como tú solo sabías hacerlo.
Se
me araña la infancia de niña chica, padre, a jirones,
como
si te la llevases entre las uñas,
aferrándote
a ella para devolvérmela luego envuelta en cariño,
como
un regalo cuidado y mimoso.
Te
has llevado el mes de abril entre las manos,
y
este año ha florecido el cielo con más fuerza.
La siempre sin responder duda de la incertidumbre, de a dónde va lo que esa llama era, al apagarse. Se entiende ese sentir.
ResponderEliminarLa duda de lo desconocido, pero más la duda sobre qué pasará con nosotros mismos, y cómo podremos seguir viviendo con tan importante ausencia.
EliminarGracias por tu comentario.
Bienvenido a este rincón, ponte cómodo.
El tiempo lo cura todo.
ResponderEliminarEs así de cierto y también injusto para los que son olvidados.
Así es, amigo, el tiempo sana la herida aunque permanezca la cicatriz, pero no logrará el olvido de las personas queridas que formaron parte de la historia de nuestra vida.
EliminarBesitos