La
casa se viste para salir a la calle,
pero
la calle no está,
se
ha sumido en el silencio limpio del tiempo.
Entonces,
ha colgado la ropa
como
un torero cuelga los trastos.
Cuidado,
que
hay ropa tendida,
mide
bien tus palabras,
muerde
tu incontinencia verbal,
que
los niños lo aprenden todo,
y
no muestres más de dos colores,
los
justos, los imprescindibles.
Guarda
los estridentes
que
son malsonantes.
El
amarillo gritaba tanto,
que
se convirtió en ocre,
para
vestir la pared,
como
se visten los parques en otoño.
El
malva, tan inocente y pálido,
como
un adolescente
que
sólo responde con monosílabos,
se
tornó en morado a fuerza de sufrir,
como
la túnica de un penitente
antes
de procesionar la calle.
Ya te lo he dicho (y creo que fue en un poema que escribiste con una fotografía de nubes), me asombra cómo percibes la poesía en las cosas más cotidianas, cómo exprimes una foto haciéndola arte, cómo interpretas lo que ves y lo traduces en versos. ¡Precioso, Merche!
ResponderEliminarBesitos
PD. No estoy tan segura de que seas mayor que yo...
Será que la poesía nos envuelve, a veces la describimos, a veces simplemente la vivimos...
EliminarGracias, mi niña!
Un saco de besos
PD. jajaja.. que sí, créeme! Yo que me conservo muy bien... :P
Las casas se visten de mil colores y nadie se fija, bueno, tú sí...
ResponderEliminar:)
Será porque yo vivo en una casa verde monocroma, que no tiende su ropa, ni se viste de mil colores...
EliminarBesitos, sonriente amigo!
LLegado un punto, ropa tendida tenemos todos. Me gusta tu interpretación del malva, Merche.
ResponderEliminarBesitos.
Así es, la diferencia estriba en tender la ropa fuera o dentro de casa.
EliminarGracias, Montse!
Besitos.
Los colores lo dicen todo.
ResponderEliminarBesos.
Los colores dicen todo de nosotros y de ellos mismos. Algunos chillan, otros son apagados, otros son vivos... encierran todo un mundo cromático.
EliminarBesitos.