El naranjo me
recuerda
a una infancia
feliz,
olor a niño y
huerta,
olor a pecho
senil,
olor a nana y
almohada,
olor a marzo y
abril.
Alcánzame el
farol del cielo,
el que vigila el
jardín,
el que tiñó de
celeste
aquella tarde
febril.
Yo jugaba con
naranjas
cuando a ti te
conocí,
tú prendiste en
mi pelo
una flor blanca
y añil.
Y nos dijimos
'te quiero'
doscientas veces
o mil,
¡cuánto amor
cupo en tus labios,
qué escalofrío
sentí!
El cielo se
engalanó
moteado de
azahar
y aquellos
jóvenes niños
usaron el
verbo amar.
ResponderEliminarMerche, no sabes cómo me gusta poder leer tus poemas de nuevo. Como éste, liviano, nostálgico y alegre a la vez.
Un abrazo enorme y besos, claro. Cienes ;)
Muchas gracias, dulce amiga! Y tú no sabes cómo me gusta encontrarte en mi refugio siempre con palabras bellas.
ResponderEliminarUn abrazo grande y cienes y cienes de besos!! 😉💖
Que poema más alegre, me recuerda la infancia, a mi abuela, al barrio de Carranque y a la calle donde estaba el colegio cuajada de naranjos, es una nostalgia bonita y feliz, gracias x estos versos
ResponderEliminarGracias a ti, Viky! Los naranjos en flor me traen recuerdos nostálgicos de la infancia. Sabes que antes, en Málaga, había muchos más naranjos de los que hay hoy. Es una pena que los hayan ido cambiando por otras especies menos autóctonas.
ResponderEliminarUn beso grande, guapa!