Hoy he salido a la calle. Era una
mañana de sol, pero no era mi sol, ni las calles eran mis calles, ni
la gente, ni los árboles, ni los pájaros. Yo era una extraña entre
ellos. Me he cruzado con una mujer que arrastraba un carro de la
compra lleno de despojos, y nos hemos mirado a los ojos en un
reconocimiento mutuo. Quizás en otras circunstancias, me hubiera
pasado desapercibida, pero hoy era diferente. Hoy empatizaba con la
tristeza, porque yo era la tristeza. Me sobraban la calle y la gente.
Me sobraba todo y me faltaba el aire. Tenía prisa por volver.
Deseaba regresar a algún lugar que ya no existe, que ya ha perdido
el color y la luz, tu luz.
Pero hoy te he visto hacer travesuras
en el cielo. Dibujabas líneas con tiza en el azul encerado. Mullías las nubes donde recostar tu cabeza, y jugabas, entre los árboles,
con un rayo de sol que me hacía guiñar un ojo. Esa era tu forma de
decirme que todo está bien, que todo es correcto, que esas líneas eran caminos hacia el infinito y tú sonreías, como tantas veces, y me sacabas la lengua.
Que bien cuentas esos días en los q al levantarte recuerdas q has soñado con alguien q ya no está, q triste se hace el día y cuánto reconforta recordar el sueño
ResponderEliminar@orosita61@gmail.com
ResponderEliminarCierto, y más si está muy reciente el fallecimiento, tenemos el sentimiento y el corazón en carne viva, como diría, el gran maestro de la canción, Raphael.
Un fortísimo abrazo, amiga.