Nimiedades de la ausencia.
Esta mañana se fue la luz por un
momento, y al regresar, me despertó la campanita del teléfono, ese
que ha quedado mudo sin tu voz, ese al que agotábamos la batería en
largas conversaciones nocturnas, a veces transcendentes, a veces
insulsas pero que tanto bien nos hacía. Nos decíamos que nos
ahorrábamos mucho en psicólogos. Y reíamos y llorábamos juntas
haciendo cálido ese viejo teléfono que también enmudeció esta
mañana.
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