- ¡Cuánto te quiero, papá!-, le dijo, llenándole la cara de besos...
- ¡Y yo, una milloná!-, le respondió él, mirándole a los ojos con esa sonrisa bonachona y pícara, que le iluminaba el rostro.
Con esa imagen recordaba su última despedida, erguido y digno con su andador en la puerta del comedor de la residencia donde acompañaba, con infinita paciencia y bondad, cada segundo de la existencia de su amada esposa, que para ella era el capitán que le guiaba el rumbo en un mapa borroso y deshecho, donde las coordenadas jugaban a la comba y a los acertijos con una niña encerrada en la historia de su memoria.
¡Cuánto te quise, papá!
Es duro.
ResponderEliminarMucho.
Emociona y duele.
Besos.
Duele mucho, amigo...
EliminarMás besos.