Breves momentos de inspiración y alguna noche de insomnio

sábado, 16 de mayo de 2020

Tú, la infancia y el mar

 Tú me descubriste el mar
y me sumergiste en tu seguridad.
Contigo nada malo me podría pasar,
tus brazos sostenían mi cielo,
como un fornido Atlante,
veranos de infancia y sal,
no había ola que yo no saltara junto a ti.

El sol, a veces, no nos acompañaba,
pero tú iluminabas mi mundo,
no lo echaba en falta.

El agua fría estimulaba todos mis sentidos,
y mi sangre, y mi ser,
Playa de la Misericordia,
monjas en el amanecer
bañaban a niños huérfanos,
a los que faltaba el brazo de un padre,
¡cuán afortunada era yo!

Ellos recogían sus bártulos
cuando llegábamos nosotros, 
tras ellos, ellos...

Cada día se repetía esta liturgia.
La playa desierta donde campeaban las gaviotas,
tú y yo y el mar, nuestro mar, Mar Nuestro.

Las doce marcaba el final de aquellos baños,
comenzaba a llegar la gente que llenaría la playa,
y nosotros de regreso,
con la sal en los labios y el corazón galopando,
llegábamos a casa, la comida hecha, mamá esperando,
y tú pronto marchabas a la fábrica a bregar con las máquinas,
donde TÚ ponías el corazón que a ellas le faltaban.


2 comentarios:

  1. Es un poema/homenaje precioso.
    Me ha gustado mucho.
    El mar siempre ilumina los recuerdos.

    Besos.

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    Respuestas
    1. Así es, amigo, el mar es un mágico espejo dónde mirar y rememorar nuestros recuerdos.
      Me alegro que te gustase. Muchas gracias!
      Míl besos, Torito!

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