Tú, que
guardaste mi duelo de estrellas apagadas,
hilvanaste los
sueños con hilos de emociones
y risas de
colores... de miles de colores.
Tú, que marcaste mi
historia
regalándome una década iluminada.
Qué poco tiempo
en la vida,
qué poco
tiempo...
como el vuelo de
una mariposa,
efímero,
como un rayo de
Hernández
terrible, fugaz
pero que no cesa.
Ahora me salva
la poesía,
mi refugio, el
de siempre, mi paisaje,
donde dejar
jirones del alma,
donde acariciar
el corazón tímidamente,
donde acunar la
música soñada,
donde guardar
unicornios
y restaurar mi
orfandad
amputada,
donde renacer y
morir cada noche,
como el ave Fénix.
Pero a veces me
sorprende la realidad,
que cae como una
loza
y me aprieta el
pecho,
aún incrédula,
suspiro tu ausencia,
es ahora Atlante el que me persigue y atrapa.
Que no se
despierte el aire,
se ha parado el
tiempo y me rindo a él,
no hay regreso
posible.
Y tu y yo ya no
seremos.
Te llevaste el
nosotras,
querida amiga.
Y seguiré el camino sin ti,
recordándote siempre
y llevándote en mi corazón,
como un valioso tesoro.
Nos salva tu poesía preciosa!
ResponderEliminarMil besos, Merche.
Muchas gracias, Montse!
EliminarUn saco de besos
Con la poesía matamos nuestros demonios y liberamos las almas.
ResponderEliminarBesos.
Será por eso que tanto me gusta.
EliminarBesitos, poeta.
Sigo disfrutando de tu poesía. Hallazgos así son muy escasos.
ResponderEliminar:))
Muchas gracias, Pat. Me alegro que disfrutes de mis poemas. Eres muy amable y generosa.
EliminarBesitos en el encuentro.