El sol de la tarde
te lava la cara,
te arregla el tocado,
te peina el tupé
para despejar tu frente.
Brillas,
y algodones
limpian el cielo
de azul intenso,
como un gran lienzo
donde pintar de nuevo
nubes juguetonas.
No mires al suelo,
mira al cielo
con tus cien ojos entornados,
vislumbra un pasado,
un presente morfológico,
con tu testa musulmana
y tu singularidad moderna.
Argos vigilante,
guardián de calle Larios,
despliega tu esplendor
como un pavo real
de cien ojos de colores.
CONSTERNACIÓN
Hace 9 horas
Bonita manera de describir todo un pasado y el presente de dicho edificio.Saludos Mercedes :)
ResponderEliminarNuria
Gracias, Nuria. Me alegro verte en tu otra faceta.
ResponderEliminarUn beso, artista.
Que contento estaría el edificio si le leyeras el poema.
ResponderEliminarBesos.
Me gusta lo que hace la luz del atardecer con las ciudades.
ResponderEliminarY al igual que Toro creo que al edificio le encantaría saber de tus poemas.
Besitos
El atardecer envuelve las cosas de una existencia diferente, y a nosotros. Nos aferramos a los atardeceres, a su luz, como momentos placenteros, antes que llegue la noche en que todo adquiere una naturaleza diferente, las cosas enmudecen y nosostros soñamos.
ResponderEliminarGracias, amigos, quizás algún día se lo recite bajito, bajito...
Besitos