Necesitaba escribir, como las medium
cuando entran en trance, con esa escritura automática, con fuerza,
golpeando el papel, como hacían aquellas Olivettis, de carro ruidoso
en la que aprendió mecanografía. Pero este otro teclado le había
enseñado algo de mesura, menos ruido y menos prisa. Ahora los dedos
danzaban, y era la seda de sus yemas las que le conectaban con el
mundo exterior, a través de una ventana de quince centímetros,
donde cada día se asomaba buscando un mensaje que le acariciase el
alma.
MAGIPOEMAS 57
Hace 5 horas
0 comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu mensaje, así sabré que has estado aquí. Gracias.